jueves, 28 de junio de 2012

LA NIEBLA DE LOS POLÍTICOS

                                           "LA NIEBLA DE LOS POLÍTICOS"                                                      Esta nación que tiene muchos parados se permite contratar personas de otra nacionalidades,como pasa en Huelva con las fresas traen manos de obras de otro país para el campo,es latimoso que veamos a estas personas con trabajo en nuestra tierra y nuestro parados sin trabajo,los Srs.políticos no quieren ver lo que hay que ver, la cantidad de familia que están en el umbral de la pobreza sin piso ni trabajo,ustedes Srs. políticos no queréis despejar la niebla para no ver el desastre que tenemos en este país,lo tienen que hacer es mirar al pueblo que sufre,todas esas empresas que están arruinándose por la mala gestión que se esta llevando acabo,con recorte NO CREAMOS PUESTOS DE TRABAJO.El dinero que va a recibir el país debe de ser para levantar a las empresas y no para los banco que ellos tuvieron su época de apogeo que ganaron muchos dineros y que no se sabe donde está,fueron malos gestores de sus empresas y ahora quieren que el PUEBLO lo pague con los recorte y la subida de impuesto.Mal camino llevamos,hay tenemos a GRECIA que la población lo esta pasando muy mal pero muy mal y no se habla de ese tema al pueblo Español.No somos como Grecias,ni como Portugal pero si caminamos por la misma cenda,si no cambiamos de dirección esto va hacer un cao horroroso para el PUEBLO Español. Sr.D. José Chamizo de la Rubia Ya hablo claro ante los políticos,esto no puede seguí así.Ahora las noticias hablan de que Sr. Chamizo lleva mucho tiempo en su cargo desde 1.994 ó 1.995,dando a entender que se debe cesar de su cargo,yo creo que el motivo de que haya salido esta noticia de que lleva mucho tiempo como defensor del PUEBLO ANDALUZ es porque hablo claro y dijo lo que el PUEBLO esta SUFRIENDO a los políticos.Ya sabéis lo que el Sr. Chamizo dijo a todos ustedes.

jueves, 21 de junio de 2012

HIMNOS:SEVILLA Y SU PENDÓN DE SAN FERNANDO


Himnos, letras y pelotazos
SEVILLA. A pesar de que mi amigo Omar Metioui, (tangerino, dueño de una farmacia al final del Boulevard Pasteur, mi primer profesor de laúd árabe, virtuoso del instrumento) defiende que la música del himno nacional de nuestra patria es descendiente de una nuba de Avempace (s. XII) que grabó con uno de los Paniagua, parece seguro que realmente fue un regalo de Federico II de Prusia a Álvarez de Sotomayor, un militar español destacado en aquel país que ya no existe, en la época de nuestro Carlos III. La partitura oficial ya está fijada, aprobada en Cortes y publicada en BOE. Sevilla nunca tuvo bandera, su bandera fue el pendón de San Fernando 

“PEREZOSO LECTOR (…) LECTOR DE MI ALMA”


SEVILLA. Existen alcaldes que se llaman a sí mismos hombres “políticamente incorrectos”. No hablemos de la estupidez, ¡España es un completo delirio en este momento! Platón, un locutor de radio mañanero, Juan Ramón Jiménez, la jueza, el químico filántropo, un picador sin caballo, la escritora de telediarios, los acampados en internet… Qué promiscuidad, qué inconsolable gentío en torno a la gramática… ¿Quién es el ignorante que piensa que tener un libro entre las manos es tarea pasiva, mientras que jugar con la videoconsola es algo semejante a una conquista, una actividad incesante?
“Perezoso lector (…) Lector de mi alma”, escribía Larra, un guiño a aquel otro “hipócrita lector” de Baudelaire. ¿Soporta usted más de cinco minutos de lectura, un artículo o un libro? Leer es escribir con los ojos más abiertos y las manos atadas, escuchar el latido de cada palabra. Ahora que corres tras el precipitado vuelo de un ángel enloquecido, oculta tu bello sexo lentamente en el último batir de alas. Para, calla y duerme, no te olvides de conservar el pudor. ¡Ámame, te romperé el corazón, idiota de mi alma! El mugido de un dócil toro celeste atraviesa la noche. Cuando se abra un surco como un planeta estrellado, florecerá tu pensamiento sin tregua. ¡Oh, joven efebo, cuídate mucho, no vaya a ser que un estante de la biblioteca te rompa la crisma!

EMPERADOR MARCO AURELIO


La perfección de las costumbres consiste en vivir cada día como si fuera el último.
Preciso es que a partir de este momento te des cuenta de qué mundo eres parte y de qué gobernante del mundo procedes como emanación, y comprenderás que tu vida está circunscrita a un período de tiempo limitado. Caso de que no aproveches esta oportunidad para serenarte, pasará, y tú también pasarás, y ya no habrá otra. Y te liberarás, si ejecutas cada acción como si se tratara de la última de tu vida, desprovista de toda irreflexión, de toda aversión apasionada que te alejara del dominio de la razón, de toda hipocresía, egoísmo y despecho en lo relacionado con el destino.....
  • Nace: 26 de abril de 121
  • Lugar: Roma

  • Muere: 17 de marzo de 180
  • Lugar: Viena

martes, 19 de junio de 2012

GENERACIÓN DEL 98


Generación del 98


Pablo Serrano: escultura de Unamuno en Salamanca (1968).
La Generación del 98 es el nombre con el que se ha reunido tradicionalmente a un grupo de escritores, ensayistas y poetas españoles que se vieron profundamente afectados por la crisis moral, política y social acarreada en España por la derrota militar en la Guerra Hispano-Estadounidense y la consiguiente pérdida de Puerto Rico, Guam, Cuba y las Filipinas en 1898. Todos los autores y grandes poetas englobados en esta generación nacen entre 1864 y 1876.
Se inspiraron en la corriente crítica del canovismo denominada regeneracionismo y ofrecieron una visión artística en conjunto en La generación del 98. Clásicos y modernos.
Estos autores, a partir del denominado Grupo de los Tres (Baroja, Azorín y Maeztu), comenzaron a escribir en una vena juvenil hipercrítica e izquierdista que más tarde se orientará a una concepción tradicional de lo viejo y lo nuevo. Pronto, sin embargo, siguió la polémica: Pío Baroja y Ramiro de Maeztu negaron la existencia de tal generación, y más tarde Pedro Salinas la afirmó, tras minucioso análisis, en sus cursos universitarios y en un breve artículo aparecido en Revista de Occidente (diciembre de 1935), siguiendo el concepto de «generación literaria» definido por el crítico literario alemán Julius Petersen; este artículo apareció luego en su Literatura española. Siglo XX (1949).
José Ortega y Gasset distinguió dos generaciones en torno a las fechas de 1857 y 1872, una integrada por Ganivet y Unamuno y otra por los miembros más jóvenes. Su discípulo Julián Marías, utilizando el concepto de «generación histórica», y la fecha central de 1871, estableció que pertenecen a ella Miguel de Unamuno, Ángel Ganivet, Valle-Inclán, Jacinto Benavente, Carlos Arniches, Vicente Blasco Ibáñez, Gabriel y Galán, Manuel Gómez-Moreno, Miguel Asín Palacios, Serafín Álvarez Quintero, Pío Baroja, Azorín, Joaquín Álvarez Quintero, Ramiro de Maeztu, Manuel Machado, Antonio Machado y Francisco Villaespesa.
La crítica al concepto de generación fue realizada inicialmente por Juan Ramón Jiménez en un curso dictado en los años 50 en la Universidad de Puerto Rico (Río Piedras), y luego por un importante grupo de críticos que va desde Federico de Onís, Ricardo Gullón, Allen W. Phillips, Yvan Shulman, y termina con las últimas aportaciones de José Carlos Mainer, Germán Gullón, entre otros. Todos ellos han puesto en duda la oposición del concepto de generación del 98 y de modernismo.

A I K I D O LUCHA JAPONESA



La palabra "aikido" en caracteres japoneses kanji.
Las fuentes técnicas y tácticas principales desde las cuales Morihei Ueshiba desarrolló el aikido fueron el daitō ryū Aiki jujutsu (luxaciones, inmovilizaciones y proyecciones con base en la esgrima), el yagyu ryu kenjutsu (esgrima con sable) y el hōzōin-ryū sojutsu (lanza).
Filosóficamente, se basa en el omoto (‘gran origen’), una secta neosintoísta fundada a fines del siglo XIX por una mujer de nombre Nao Deguchi y propagada a comienzos del siglo XX por su yerno, Onisaburo Deguchi, la cual tuvo una influencia importante en el pensamiento de Ueshiba desde el año 1919.
El maestro Morihei Ueshiba concluyó que el verdadero espíritu de las artes marciales no debe centrarse en el combate o la competencia deportiva, sino en la búsqueda de la perfección física y mental del ser humano, a través del entrenamiento y la práctica continuada.
Basándose en la enseñanza de su creador, el aikido en general se niega a convertirse en un deporte competitivo y rechaza todo tipo de certámenes o concursos que incluyan las divisiones por pesos, las clasificaciones basadas en el número de victorias y la recompensa a los campeones, ya que estas cosas, entiende, sólo alimentan el ego, y a largo plazo, la falta de interés por los demás.
En las propias palabras de O-Sensei, definiendo los «Cinco Principios del Aikido» que estructuran su «núcleo», se aprecia la profunda espiritualidad y religiosidad de su pensamiento:
  1. Aikido es el camino que une a todos los caminos del universo por toda la eternidad, es la Mente Universal que contiene todas las cosas y unifica todas las cosas,
  2. El Aikido es la verdad enseñada por el universo y se debe aplicar a nuestras vidas en esta tierra;
  3. Aikido es el principio y el camino que unen a la humanidad con la Conciencia Universal,
  4. Aikido llega a su término cuando cada individuo, a través de su verdadero camino, se hace uno con el universo,
  5. Aikido es el camino de la fuerza y la compasión que lleva a la perfección infinita para una mayor gloria de Dios.

[editar] Historia

Morihei Ueshiba, llamado también O-Sensei (Gran Maestro) desarrolló el Aikido tras estudiar en varias escuelas de artes marciales de combate (con y sin armas), entre ellas:
En 1927, Ueshiba se muda a Tokio y con permiso de Takeda abre su primer dojo llamado Kobukan, en el que enseña Aiki-jūjutsu.[3]
Posteriormente, Ueshiba fue creciendo separándose de Takeda, implementando cambios en las técnicas. Estos cambios fueron reflejándose en los nombres que fue adoptando para referenciar sus enseñanzas. De modo que del Aiki-jūjutsu[3] original pasó a ser Ueshiba-ryū[4] (del que quedan algunas variantes tradicionales y modernas practicadas en Japón, Bélgica, España, Francia, Holanda, y otros países de Europa), después de Asahi-ryū[5] pasó a ser Aiki Budō.[6]
Finalmente en 1941 establece Aikido como nombre oficial,[7] aprovechando la ocasión de una reorganización de la Dai Nihon Butokukai (una entidad fundada en 1895 con el fin de promover las artes marciales del Japón).
Tras la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), las artes marciales fueron prohibidas durante unos años. A principios de febrero de 1948 el Ministerio de Educación concedió permiso para restablecer el Aikikai y el dojo principal de Tokio recibió el nuevo nombre de Ueshiba Dojo y se establecío allí la Central Mundial del Aikido.

En 1954 se trasladó la sede central del Aikido a Tokio estableciendose el Hombu Dojo, y el título oficial de Fundación Aikikai para difundir el Aikido en el mundo.

GALENO


Aportes de Galeno a la medicina

  • Demostró cómo diversos músculos son controlados por la médula espinal.
  • Identificó siete pares de nervios craneales.
  • Demostró que es el cerebro el órgano encargado de controlar la voz.
  • Demostró las funciones del riñón y de la vejiga.
  • Demostró que por las arterias circula sangre, y no aire (como pensaban Erasístrato y Herófilo).
  • Descubrió diferencias estructurales entre venas y arterias.
  • Describió las válvulas del corazón.
  • Describió diversas enfermedades infecciosas (como la peste de los años 165-170) y su propagación.
  • Dio gran importancia a los métodos de conservación y preparación de fármacos, base de la actual farmacia galénica.
  • Su tratado Sobre el diagnóstico de los sueños (De Dignotione ex Insomnis Libellis, en latín) describe los sueños (es decir, las ensoñaciones) y afirma que éstos pueden ser un reflejo de los padecimientos del cuerpo.[2

GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER


Madrid, España
OcupaciónPoeta
NacionalidadBandera de España Español
PeríodoSiglo XIX
GéneroPoesía y Narrador.




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Biografía

Casa natal de Gustavo Adolfo Bécquer en la calle del Conde de Barajas de Sevilla.
Nació en Sevilla el 17 de febrero de 1836, hijo del pintor José Domínguez Insausti, que firmaba sus cuadros con el apellido de sus antepasados como José Domínguez Bécquer. Su madre fue Joaquina Bastida Vargas. Por el lado paterno descendía de una noble familia de comerciantes de origen flamenco, los Becker o Bécquer, establecida en la capital andaluza en el siglo XVI; de su prestigio da testimonio el hecho de que poseyeran capilla y sepultura en la catedral misma desde 1622. Tanto Gustavo Adolfo como su hermano, el pintor Valeriano Bécquer, también adoptaron Bécquer como primer apellido en la firma de sus obras.
Fue bautizado en la parroquia de San Lorenzo Mártir. Sus antepasados directos, empezando por su mismo padre, José Domínguez Bécquer, fueron pintores de costumbres andaluzas, y tanto Gustavo Adolfo como su hermano Valeriano estuvieron muy dotados para el dibujo. Valeriano, de hecho, se inclinó por la pintura. Sin embargo el padre murió el 26 de enero de 1841, cuando contaba el poeta cinco años y esa vocación pictórica perdió el principal de sus apoyos. En 1846, con diez años, Gustavo Adolfo ingresó en el Colegio de San Telmo de Sevilla (institución mixta[1] que acogía también huérfanos de cierto nivel[2]), donde recibe clases de un discípulo del gran poeta Alberto Lista, Francisco Rodríguez Zapata, y conoce a su gran amigo y compañero de desvelos literarios Narciso Campillo. Al año siguiente, el 27 de febrero de 1847, los hermanos Bécquer quedaron huérfanos también de madre, y fueron adoptados entonces por su tía materna, María Bastida y Juan de Vargas, que se hizo cargo de sus siete sobrinos, aunque Valeriano y Gustavo se adoptaron desde entonces cada uno al otro y de hecho más tarde emprendieron muchos trabajos y viajes juntos.
Suprimido por Isabel II en 1847 el Colegio de San Telmo (que en 1849 pasaría a ser palacio de los duques de Montpensier), Gustavo Adolfo quedó desorientado. Fue entonces a vivir con su madrina Manuela Monnehay Moreno, joven de origen francés y acomodada comerciante, cuyos medios y sensibilidad literaria le permitían disponer de una mediana pero selecta biblioteca poética. En esta biblioteca empezó Gustavo Adolfo a aficionarse a la lectura. Inició entonces estudios de pintura en los talleres de Antonio Cabral Bejarano, y más tarde en el de su tío paterno Joaquín Domínguez Bécquer, que le pronosticó «Tú no serás nunca un buen pintor, sino un mal literato», aunque le estimuló a los estudios y le pagó los de latín. Tras ciertos escarceos literarios (escribe en El trono y la nobleza de Madrid y en las revistas sevillanas La Aurora y El Porvenir), en 1854 marchó a Madrid con el deseo de triunfar en la literatura. Sufrió una gran decepción y sobrevivió en la bohemia de esos años. Para ganar algún dinero el poeta escribe, en colaboración con sus amigos (Julio Nombela y Luis García Luna), y bajo el seudónimo de Gustavo García, comedias y zarzuelas como La novia y el pantalón (1856), en la que satiriza el ambiente burgués y antiartístico que le rodea, o La venta encantada, basada en Don Quijote de la Mancha. Ese año fue con su hermano a Toledo, un lugar de amor y de peregrinación para él, a fin de inspirarse para su futuro libro Historia de los templos de España. Le interesan por entonces el Byron de las Hebrew Melodies o el Heine del Intermezzo a través de la traducción que Eulogio Florentino Sanz realiza en 1857 en la revista El Museo Universal.

Billete de 100 pesetas con la efigie de G.A. Bécquer
Fue precisamente en ese año, 1857, cuando apareció la tuberculosis que le habría de enviar a la tumba. Tuvo un modesto empleo dentro de la Dirección de Bienes Nacionales y perdió el puesto, según cierta leyenda, por sorprenderlo su jefe dibujando. Su pesimismo va creciendo día a día y sólo los cuidados de su patrona en Madrid, de algunos amigos y de Valeriano le ayudaron a superar la crisis. Ese año empieza un ambicioso proyecto inspirado por El genio del Cristianismo de Chateaubriand: estudiar el arte cristiano español uniendo el pensamiento religioso, la arquitectura y la historia: «La tradición religiosa es el eje de diamante sobre el que gira nuestro pasado. Estudiar el templo, manifestación visible de la primera, para hacer en un sólo libro la síntesis del segundo: he aquí nuestro propósito». Pero sólo saldrá el primer tomo de su Historia de los templos de España, con ilustraciones de Valeriano.
Hacia 1858 conoció a Josefina Espín, una bella señorita de ojos azules, y empezó a cortejarla; pronto, sin embargo, se fijó en la que sería su musa irremediable, la hermana de Josefina y hermosa cantante de ópera Julia Espín, en la tertulia que se desarrollaba en casa de su padre, el músico Joaquín Espín, maestro director de la Universidad Central, profesor de solfeo en el Conservatorio y organista de la Capilla Real, protegido de Narváez. Gustavo se enamoró (decía que el amor era su única felicidad) y empezó a escribir las primeras Rimas, como Tu pupila es azul, pero la relación no llegó a consolidarse porque ella tenía más altas miras y le disgustaba la vida bohemia del escritor, que aún no era famoso; Julia dio nombre a una de las hijas de Valeriano. Durante esta época empezó a escuchar a su admirado Chopin.
Después, entre 1859 y 1860, amó con pasión a una «dama de rumbo y manejo» de Valladolid, que durante muchos años se identificó con Elisa Guillén, un personaje que hoy se sabe inexistente.[1] Pero la amante, fuera quien fuera, se cansó de él y su abandono lo sumió en la desesperación. El 19 de mayo de 1861 se casó precipitadamente con Casta Esteban y Navarro, de la que tuvo tres hijos.[2] Los expertos no se ponen de acuerdo en cuál de ellas pudo ser su musa más constante, o si ninguna de ellas, concibiendo algún tipo ideal de mujer[[3].
En 1860 publica Cartas literarias a una mujer en donde explica la esencia de sus Rimas que aluden a lo inefable. En la casa del médico que lo trata de una enfermedad venérea, Francisco Esteban, conocerá a la que será su esposa, Casta Esteban y Navarro. Contrajeron matrimonio en el 19 de mayo de 1861. De 1858 a 1863, la Unión Liberal de O'Donnell gobernaba España y en 1860, González Bravo, con el apoyo del financiero Salamanca, funda El Contemporáneo, dirigido por José Luis Albareda, en el que participan redactores de la talla de Juan Valera. El gran amigo de Bécquer, Rodríguez Correa, ya redactor del nuevo diario, consiguió un puesto de redactor para el poeta sevillano. En este periódico, y hasta que desaparezca en 1865, hará crónica de salones, política y literatura; gracias a esta remuneración viven los recién casados. En 1862 nació su primer hijo, Gregorio Gustavo Adolfo, en Noviercas (Soria) donde posee bienes la familia de Casta y donde Bécquer tuvo una casita para su descanso y recreo. Empieza a escribir más para alimentar a su pequeña familia y, fruto de este intenso trabajo, nacieron varias de sus obras.
Pero en 1863 padeció una grave recaída en su enfermedad, de la que se repuso, sin embargo, para marchar a Sevilla con su familia. De esa época es el retrato hecho por su hermano que se conserva en el Museo de Bellas Artes de Sevilla. Trabaja con su hermano Valeriano, cuya relación con Casta no era buena, debido a que ella no soporta su carácter y su constante presencia en casa. González Bravo, amigo y mecenas de Gustavo, le nombra censor de novelas en 1864 y el escritor vuelve a Madrid, donde desempeña este trabajo hasta 1867 con veinticuatro mil reales de sueldo. En este último año nace su segundo hijo, Jorge Bécquer.
En 1866 ocupa de nuevo el cargo de censor hasta 1868; es este un año tétrico para Bécquer: Casta le es infiel, su libro de poemas desaparece en los disturbios revolucionarios y para huir de ellos marcha a Toledo, donde permanece un breve tiempo. En diciembre nace en Noviercas su tercer hijo, Emilio Eusebio, dando pábulo a su tragedia conyugal, pues se dice que este último hijo es del amante de Casta. Es más, Valeriano discute con Casta continuamente. Sin embargo, los esposos aún se escriben. Pasa entonces otra temporada en Toledo, de donde sale para Madrid en 1870 a fin de dirigir La Ilustración de Madrid, que acaba de fundar Eduardo Gasset con la intención de que lo dirigiera Gustavo Adolfo y trabajara en él Valeriano como dibujante. En septiembre, la muerte de su inseparable hermano y colaborador le sume en una honda tristeza. En noviembre fue nombrado director de una nueva publicación, El Entreacto, en la que apenas llega a publicar la primera parte de un inconcluso relato.[3]
Posiblemente a causa de un enfriamiento invernal en la primera quincena de diciembre, su ya precario estado de salud se agrava, y muere el 22 de dicho mes, coincidiendo con un eclipse total de sol. En los días de su agonía, pidió a su amigo el poeta Augusto Ferrán que quemase sus cartas («serían mi deshonra») y que publicasen su obra («Si es posible, publicad mis versos. Tengo el presentimiento de que muerto seré más y mejor conocido que vivo»); pidió también que cuidaran de sus hijos. Sus últimas palabras fueron «Todo mortal». Fue enterrado al día siguiente en el nicho nº 470 del Patio del Cristo, en la Sacramental de San Lorenzo y San José, de Madrid. Más adelante, en 1913, los restos de los dos hermanos fueron trasladados a Sevilla, reposando primero en la antigua capilla de la Universidad,[4] y desde 1972 en el Panteón de Sevillanos Ilustres.[5] Hay un monumento en recuerdo de Gustavo Adolfo en el centro de Sevilla.
Ferrán y Correa se pusieron de inmediato a preparar la edición de sus Obras completas para ayudar a la familia; salieron en 1871 en dos volúmenes; en sucesivas ediciones fueron añadidos otros escritos.

lunes, 18 de junio de 2012

SR.ALCALDE DE SEVILLA SR. ZOIDO

9:41 16/06/2012).  ::Sr.Alcalde de Sevilla::  Sr. Zoido.QUIÉN ABARCA MUCHO APRIETA POCO.Debe usted de seguir solamente como alcalde de esta ciudad,tenéis muchas cosas que hacer en esta ciudad,no podrá estar en todas parte y resolver los problema de esta ciudad,espero que se lo piense mejor y se quede en el sillón de la Alcaldía para bien de Sevilla ya que usted dijo que Sevilla la llevaba en el corazón y se volcaría por esta ciudad.Así lo espero un Sevillano de pura sepa.No valla a pasar como en algunos pueblo del aljarafe,que han cogido la Alcaldía y después se han marchado a otro puesto dejando la alcaldía a otra persona de su partido sin ser elegido por el pueblo para Alcalde,no valla a ocurrir en esta ocasión igual, espero que no suceda por el bien de la ciudad.Ya que los Alcalde que se presentaron en las lista están hoy en mejores puesto del Estado.  EL QUE TODO LO QUIERE TODO LO PIERDE.....

MEDUSAS EN LA PLAYA ANTILLA




14.00/ 16/06/2012                                            ANTILLA PLAYA LEPE:                                                              Sr. Alcalde: Tenemos en esta playa muchas medusas,pido por favor que se retire,no es higiénico que estén en la playa y muchas basura, Espero que se limpie por el bien de todos los que veraneamos en esta linda playa.Desde la playa nudista asta la ermita de la virgen del carmen barrio de los pescaderos.

miércoles, 13 de junio de 2012

EL CATAFALCO DE ALEJANDRO MAGNO

Es hermoso vivir con valor y morir dejando tras de sí fama imperecedera.Alejandro...Ya se sabe,cuando más magnífica la pocibilidad,menor la certeza y mayor la pasión. El catafalco era más soberbio visto que descrito. En virtud de su enorme fama atrajo a muchos espectadores ; en cada ciudad a la que llegaba,la gente salía a su encuentro y lo seguía al partir ,sin cansarse jamás del placer de conteplarlo...Diodoro libro XVII,28.

ALEJANDRO MAGNO

Fue rey de macedonia y discípulo de Aristótele. Es una de las figuras más fascinante de la historia universal.Antes de cumplir los treinta y tres años ya era dueño y señor de Occidente. Su personalidad tiene diversas vertientes,desde la de genial estratega,con grandes dotes de inteligencia y mando,hasta la de conquistador brutal y político consumado,creador de reinos e imperios en Europa y Asia.--El nombre de Alejandro Magno contiene sonido de arena,ecos de Asia,palabras escritas con sueños antiguos de libros antiguos. El joven rey que había estudiado con Aristóteles moral y política partió un día de Macedonia con la sola energía de sus esperanzas y,doce años después,había conquistado el mayor imperio que hombre alguno hubiera imaginado antes.

martes, 12 de junio de 2012

ALEJANDRÍA EN LA ANTIGÜEDAD




[editar] Alejandría en la Antigüedad

En el año 332 a. C., Egipto estaba bajo el dominio persa. Ese mismo año, Alejandro Magno entró triunfante en Egipto como vencedor del rey persa Darío III y los egipcios lo aceptaron y lo aclamaron como a un libertador. Hay que tener en cuenta además, que en Egipto había desde mucho tiempo atrás gran cantidad de colonias griegas y que por lo tanto no eran gentes consideradas como extranjeros.
Al año siguiente, en el 331 a. C., fundó la ciudad que llevaría su nombre en un lugar del delta del Nilo, sobre un poblado llamado Rakotis habitado por un puñado de pescadores. La elección del emplazamiento fue muy afortunada pues estaba al abrigo de las variaciones que pudiera tener el río Nilo, y por otro lado, lo suficientemente cerca de su curso como para que pudiesen llegar a través de sus aguas las mercancías destinadas al puerto, a través de un canal que unía el río con el lago Mareotis y el puerto.
El lugar estaba frente a una isla llamada Faro, que con el tiempo y las múltiples mejoras que se harían quedaría unida por un largo dique a la ciudad de Alejandro. El arquitecto que realizó esta obra se llamaba Dinócrates de Rodas. El dique tenía una longitud de siete estadios (185 m cada estadio), por lo que se le llamó Heptastadio (Επτασταδίων). La construcción del dique conformó dos puertos, a ambos lados: el Gran puerto hacia el este, el más importante; y el Puerto del buen regreso (Εύνοστος), al oeste, que es el que continúa utilizándose en la actualidad.
En los amplios muelles del gran puerto atracaban barcos que habían surcado el Mediterráneo y el Atlántico. Traían mercancías que se apilaban en los muelles: lingotes de bronce de España, barras de estaño de Bretaña, algodón de las Indias, sedas de China. El famoso faro construido en la isla de Faros por Sóstrato de Cnido, en 280 a. C., dispuso en su cúspide un fuego permanentemente alimentado que guiaba a los navegantes, hasta 1340, cuando fue destruida la edificación.
El arquitecto Dinócrates se ocupó también del trazado de la ciudad y lo hizo según un plan hipodámico, sistema que se venía utilizando desde el siglo V a. C.: una gran plaza, una calle mayor de treinta metros de anchura y seis kilómetros de largo que atravesaba la ciudad, con calles paralelas y perpendiculares, cruzándose siempre en ángulo recto. Se construyeron barrios, semejantes a los que levantaron los españoles en las ciudades hispanoamericanas, las llamadas cuadras. Las calles tenían conducciones de agua por cañerías. Administrativamente se dividió en cinco distritos, cada uno de los cuales llevó como primer apelativo una de las cinco primeras letras del alfabeto griego. Cuando Alejandro se marchó de Egipto para continuar sus luchas contra los persas dejó como administrador de Alejandría a Cleomenes de Naucratis.
Alejandro Magno (Sarcófago, Museo Arqueológico de Estambul).
Fue una ciudad opulenta. Los Ptolomeos construyeron un palacio de mármol con un gran jardín en el que había fuentes y estatuas. Al otro lado de ese jardín se levantaba otro edificio construido en mármol al que llamaban Museo (Μουσείον). Fue una innovación del rey Ptolomeo I Sóter y en él se reunía todo el saber de la época. El museo tenía una gran biblioteca. Cerca de este edificio se levantaba el templo de Serapis, el nuevo dios greco-egipcio. En el centro de la ciudad se hallaban la Asamblea, las plazas, los mercados, las basílicas, los baños, los gimnasios, los estadios y demás edificios públicos y necesarios para las costumbres de aquellos siglos.
Los habitantes de esta magnífica ciudad eran en su mayoría griegos de todas las procedencias. También había una colonia judía y un barrio egipcio, de pescadores, el más pobre y abandonado de la gran urbe.
Alejandría se convirtió pronto en el centro de la cultura griega en la época helenística y contribuyó a helenizar al resto del país de tal manera que cuando llegaron los romanos todo Egipto era bilingüe. El arte y la arquitectura era lo único que se mantenía propiamente egipcio. Tan importante llegó a ser y tan grandiosa que la llamaron Alexandria ad Aegyptum, es decir, "Alejandría que está cerca de Egipto", perdiendo importancia el resto del país.

[editar] El sueño de Alejandro

Moneda romana acuñada con el Faro de Alejandría.
El escritor griego Plutarco (c. 46-125) que escribió la biografía de Alejandro Magno, cuenta cómo éste se inspiró para tomar la determinación de fundar la ciudad en este sitio. Según parece, tuvo un sueño en el que se le apareció un anciano de cabellos muy blancos y que le recitaba insistentemente cierto pasaje de la Odisea: "Hay a continuación una isla en el mar turbulento, delante de Egipto, que llaman Faros (Φάρος)". Cuando se levantó quiso ir a la isla y se dio cuenta de su situación privilegiada y más aún si, por medio de un dique, se la unía a la costa. Entonces mandó traer harina para marcar él mismo el enclave de la futura Alejandría (pues no se disponía del yeso con que solía hacerse) y él mismo dibujó el círculo en forma de manto macedonio. No bien hubo terminado cuando empezaron a llegar desde el río y desde el mar pájaros grandes y diversos que se dedicaron a comer toda la harina esparcida. Cuando vio lo que estaba ocurriendo, Alejandro se turbó muy preocupado pensando que se trataba de un mal augurio. Pero Aristandro, el vidente que lo acompañaba supo interpretar el buen augurio y que el proceder de los pájaros pronosticaba que la ciudad sería tan rica y próspera que podría nutrir a todos los hombres de todas las razas.

[editar] El Museo

Ptolomeo I mandó construir el gran palacio que serviría de alojamiento a toda la dinastía ptolemaica. Su hijo, Ptolomeo II Filadelfos fue el impulsor y creador del edificio levantado al otro lado del jardín y conocido desde el principio con el nombre de museo. Le llamaron así por respeto a la sabiduría, porque lo consideraron como un santuario consagrado a las musas, que eran las diosas de las artes y de las ciencias. Se considera como el establecimiento científico más antiguo del mundo, con una Universidad de enseñanza superior.
Tablilla romana del 56 a. C., mencionando la Biblioteca de Alejandría.
El edificio constaba de varios apartados dedicados al saber, que con el tiempo fueron ampliándose y tomando gran importancia. Uno de esos apartados se dedicó a biblioteca y fue quizás el que más creció y el que más fama adquirió en el mundo de la antigüedad. Había también un jardín botánico con plantas de todos los países conocidos, una colección zoológica, un observatorio astronómico y una sala de anatomía donde se hacía la vivisección en cuerpos de criminales y donde, durante algún tiempo, se llegaron a disecar cadáveres.
Contenía habitaciones a modo de residencia para sabios, gramáticos y médicos y todos los gastos corrían por cuenta de los reyes que estaban orgullosos de esta institución y comían muchas veces allí en su compañía. Los sabios además de investigar y estudiar, daban conferencias y lecciones a los jóvenes que quisieran aprender. En Alejandría llegó a haber hasta 14.000 estudiantes. Allí vivieron los famosos gramáticos alejandrinos que determinaron las leyes de la retórica y la gramática, los famosos geógrafos que diseñaron mapas del mundo y los famosos filósofos cuyo grupo acabó fundando una especie de religión.
Entre los grupos de sabios se encontraban personajes tan famosos en la Historia como Arquímedes (ciudadano de Siracusa), Euclides, que desarrolló allí su geometría; Hiparco de Nicea, que explicó a todos la trigonometría y defendió la visión geocéntrica del Universo, enseñó que las estrellas tienen vida, que nacen y después se van desplazando a lo largo de los siglos y finalmente, mueren; Aristarco de Samos, que defendió todo lo contrario, es decir, el sistema heliocéntrico (movimiento de la Tierra y los demás planetas alrededor del Sol); Eratóstenes, que escribió una geografía y compuso un mapa bastante exacto del mundo conocido, consiguiendo medir la circunferencia terrestre con un error inferior al 1%; Herófilo de Calcedonia, un fisiólogo que llegó a la conclusión de que la inteligencia está en el cerebro y no en el corazón; Apolonio de Pérgamo, gran matemático; Herón de Alejandría, un inventor de cajas de engranajes y también de unos aparatos de vapor asombrosos (es el autor de la obra Autómata, la primera obra que conocemos en el mundo sobre los robots), etc. Más tarde, ya en el siglo II, allí mismo trabajaron y estudiaron el astrónomo y geógrafo Claudio Ptolomeo y el médico Galeno, que escribió bastantes obras sobre el arte de la curación y sobre la anatomía; sus enseñanzas y sus teorías fueron seguidas hasta muy entrado el Renacimiento.
En el siglo III a. C. nació en este templo del saber una nueva ciencia: la alquimia, basada en la sabiduría y conocimientos de los egipcios sobre las sustancias materiales y en las teorías griegas sobre los elementos. Esta ciencia fue el embrión de lo que siglos más tarde sería la química, cuyas bases como ciencia experimental sentó 

lunes, 11 de junio de 2012




El periplo platónico

La biografía de Platón no es anecdótica con respecto al tema. Nace en 428, poco después del estallido de la Guerra del Peloponeso en 431: es contemporáneo absoluto de la época de crisis. Gran aristócrata, está naturalmente llamado a la participación en los asuntos de la ciudad. A los 20 años conoce a Sócrates, a quien trata hasta su ejecución en 399, ocho años después. Los socráticos se refugian entonces con su compañero Euclides en Megara. Al parecer Platón emprende luego viajes que lo llevan a Creta y Egipto. Hacia el 396 retorna a Atenas.

Su experiencia de los acontecimientos está documentada en un importante documento, la Carta VII6, que comienza recordando cómo desde joven Platón proyecta dedicarse a la política. En 404, cuando tiene 24 años, toman el poder en la derrotada Atenas los aristócratas recalcitrantes excluidos durante el largo período democrático, a través de la tiranía de los Treinta a cuya cabeza está Critias, brillante pensador de corte sofístico y tío de Platón. Los Treinta no tardan en cometer toda clase de crímenes, provocando en el joven -a quien habían convocado, pero que queda a la expectativa- la primera decepción. Restaurada al poco tiempo la democracia Platón admite la moderación del régimen, pero es el que condena a Sócrates. Las decepciones, la imposibilidad de encontrar compañeros adecuados (el ‘partido’ o secta), la mutación de las costumbres, y la corrupción y multiplicación de las leyes hacen que la vida política le parezca “presa de vértigo”. Convencido de que todos los gobiernos existentes son malos, renuncia a la intervención activa inmediata, aunque no a la reflexión política ni a la ambiciosísima pretensión de procurar la gran reforma necesaria. Y ésta sólo podrá plantearse desde la “recta filosofía”, de la que depende el conocimiento verdadero de lo justo: los males del género humano se remediarán sólo con el gobierno de los filósofos. Platón se convertirá en consejero y formador de dirigentes.

Alrededor de sus 40 años este cambio de perspectiva produce una torsión en su vida y obra. Hacia 387 Platón viaja a Italia, donde se encuentra con Arquitas de Tarento, filósofo y matemático pitagórico que a la vez está al frente de su polis (una suerte de gobernante filósofo), e inicia con él y con su círculo una perdurable amistad. Influencias pitagóricas irán a injertarse en la cepa socrática de su pensamiento. El viaje continúa a Sicilia, a la corte del tirano Dionisio I de Siracusa. El acontecimiento decisivo, preñado de destino, es el conocimiento del joven Dion, cuñado de Dionisio, de unos 20 años, con quien estrecha una amistad apasionada y en quien encuentra el perfecto discípulo para sus concepciones filosóficas, políticas y morales. Aunque la Carta VII no dice nada, Platón no debió de haberle caido bien al tirano, a quien habría intentado atraer a su filosofía. Una leyenda posterior, tal vez cierta, afirma que fue capturado o hasta vendido como esclavo por Dionisio mismo, y rescatado por un conocido cuando era subastado en la isla de Egina.

Tras el intento de convertir a un tirano, hacia 387 se funda la escuela de formación de dirigentes La Academia, que no es en rigor el primer intento en ese sentido después de la enseñanza asistemática de los sofistas. Ya hacía unos años que Isócrates -logógrafo, esto es, escritor de alegatos judiciales, que luego profundizaría su injerencia en la gran política a través de discursos escritos- había abierto una escuela de dirigentes que recoge de la sofística la orientación retórica y pragmática. Lo que Isócrates enseña y llama philosophía es una retórica con fundamento moral, pero no metafísico. La Academia ofrece una enseñanza con la misma finalidad, pero de base metafísico‑científica. En conexión con ella hay que pensar la publicación de República, que funciona como su manifiesto y como presentación del programa de estudios. La Academia no debe ser pensada como una escuela platónica en la que se juraba por el maestro, sino como un centro de investigación donde la discusión era muy viva. El presupuesto ‘platónico’ común y mínimo sería en todo caso la convicción filosófica de que la realidad tiene a la base una estructura inteligible, cuyo conocimiento es condición necesaria de la acción, que sin ello es ciega. La interpretación platónica de esa estructura son las Ideas, pero no hace falta compartir ni el modo en que Platón las presenta, ni la doctrina misma. Por el contrario, en sus mismos diálogos (especialmente el Parménides) queda la huella de las fuertes discusiones a que era sometida esta doctrina central.

La finalidad manifiesta de la Academia es la formación de asesores políticos. Las cartas mencionan a Erasto y Corisco, que vuelven a legislar a su ciudad, Escepcis en la Tróade (Asia Menor), y se vinculan con Hermias, tirano de la cercana Atarneo. Hermias, ‘convertido’ por ellos, representa un experimento exitoso, en pequeña escala, del gobernante filósofo. A la muerte de Platón, Aristóteles y otros académicos irán a su corte. El mismo Aristóteles es convocado para educar a Alejandro como especialista, egresado de la Academia 7. Pero el campo principal de las aventuras políticas de Platón seguirá siendo Sicilia. La isla había conocido un fenómeno de concentración del poder semejante al de las potencias metropolitanas, pero por motivos geopolíticos distintos: la necesidad de enfrentar a Cartago. Hacia fines del siglo V los cartagineses vuelven a avanzar sobre la isla, y de esta crisis surge el joven general Dionisio como tirano de Siracusa, quien incrementa su poder concentrando la población y a lo largo de 40 años logra tener a raya al enemigo.

Platón vuelve dos veces más a Sicilia, donde en 367 ha accedido al poder el hijo o sobrino de Dionisio, del mismo nombre. La primera vez llamado por Dion, que lo entusiasma con que el joven tiene inclinaciones filosóficas y puede convertirse en el gobernante con que sueña la Academia. Pero las aficiones filosóficas de Dionisio II resultan superficiales para el gusto de Platón, que siente que el joven tirano lo quiere sólo para prestigiarse. Además, Dionisio está celoso de Dion, a quien expulsa, reteniendo al filósofo. Unos cuatro años más tarde Platón, que queda envuelto en las intrigas de Dion, hace un último viaje con la promesa del tirano de salvar la situación de éste a cambio de su visita, pero Dionisio no cumple y Platón tiene que ser rescatado por sus amigos de Tarento. Platón no vuelve más a Sicilia, pero Dion, con una blanda desaprobación del viejo filósofo8, organiza desde la Academia, junto a otros compañeros, una expedición armada para derrocar a Dionisio II, y de hecho logran tomar el poder. Siguen años confusos, en los que Dion enfrenta un retorno de Dionisio y a sus propios secuaces, hasta que es él mismo asesinado por un ateniense. Todos los personajes de este drama un tanto sórdido están en conexión con Platón, quien dirige las Cartas VII y VIII a los partidarios de Dion, que han recuperado el mando, casi como una explicación. La historia siciliana seguirá su curso. Dion y Platón no lograron instaurar un gobierno filosófico, pero sí liquidar el polo de poder de los tiranos de Siracusa, tal vez poco de acuerdo con las sublimes exigencias ético-políticas del filósofo pero efectivo, y que de perdurar hubiera quizás permitido a los griegos de Sicilia y al mundo griego en general una oportunidad distinta frente al horizonte en el cual aparecería finalmente Roma.
Platón vivirá todavía hasta el 347. A su muerte, a los 81 años, está trabajando en Las Leyes, su último gran intento de reformular el problema de la Ciudad, que lo obsesionara toda su vida.

Si una exposición de la teoría política de Platón nos remite a los grandes textos en que esto es tema explícito, como República o Leyes, el problema no puede menos que abarcar, al menos como trasfondo, la totalidad de la obra. Lo político y lo metafísico atraviesan la vida misma de Platón, y su metafísica tiene raíces políticas. Y la exposición central de su teoría política en República lo obliga a dibujar, así sea en esbozo, la totalidad de su metafísica madura.




El periplo platónico

La biografía de Platón no es anecdótica con respecto al tema. Nace en 428, poco después del estallido de la Guerra del Peloponeso en 431: es contemporáneo absoluto de la época de crisis. Gran aristócrata, está naturalmente llamado a la participación en los asuntos de la ciudad. A los 20 años conoce a Sócrates, a quien trata hasta su ejecución en 399, ocho años después. Los socráticos se refugian entonces con su compañero Euclides en Megara. Al parecer Platón emprende luego viajes que lo llevan a Creta y Egipto. Hacia el 396 retorna a Atenas.

Su experiencia de los acontecimientos está documentada en un importante documento, la Carta VII6, que comienza recordando cómo desde joven Platón proyecta dedicarse a la política. En 404, cuando tiene 24 años, toman el poder en la derrotada Atenas los aristócratas recalcitrantes excluidos durante el largo período democrático, a través de la tiranía de los Treinta a cuya cabeza está Critias, brillante pensador de corte sofístico y tío de Platón. Los Treinta no tardan en cometer toda clase de crímenes, provocando en el joven -a quien habían convocado, pero que queda a la expectativa- la primera decepción. Restaurada al poco tiempo la democracia Platón admite la moderación del régimen, pero es el que condena a Sócrates. Las decepciones, la imposibilidad de encontrar compañeros adecuados (el ‘partido’ o secta), la mutación de las costumbres, y la corrupción y multiplicación de las leyes hacen que la vida política le parezca “presa de vértigo”. Convencido de que todos los gobiernos existentes son malos, renuncia a la intervención activa inmediata, aunque no a la reflexión política ni a la ambiciosísima pretensión de procurar la gran reforma necesaria. Y ésta sólo podrá plantearse desde la “recta filosofía”, de la que depende el conocimiento verdadero de lo justo: los males del género humano se remediarán sólo con el gobierno de los filósofos. Platón se convertirá en consejero y formador de dirigentes.

Alrededor de sus 40 años este cambio de perspectiva produce una torsión en su vida y obra. Hacia 387 Platón viaja a Italia, donde se encuentra con Arquitas de Tarento, filósofo y matemático pitagórico que a la vez está al frente de su polis (una suerte de gobernante filósofo), e inicia con él y con su círculo una perdurable amistad. Influencias pitagóricas irán a injertarse en la cepa socrática de su pensamiento. El viaje continúa a Sicilia, a la corte del tirano Dionisio I de Siracusa. El acontecimiento decisivo, preñado de destino, es el conocimiento del joven Dion, cuñado de Dionisio, de unos 20 años, con quien estrecha una amistad apasionada y en quien encuentra el perfecto discípulo para sus concepciones filosóficas, políticas y morales. Aunque la Carta VII no dice nada, Platón no debió de haberle caido bien al tirano, a quien habría intentado atraer a su filosofía. Una leyenda posterior, tal vez cierta, afirma que fue capturado o hasta vendido como esclavo por Dionisio mismo, y rescatado por un conocido cuando era subastado en la isla de Egina.

Tras el intento de convertir a un tirano, hacia 387 se funda la escuela de formación de dirigentes La Academia, que no es en rigor el primer intento en ese sentido después de la enseñanza asistemática de los sofistas. Ya hacía unos años que Isócrates -logógrafo, esto es, escritor de alegatos judiciales, que luego profundizaría su injerencia en la gran política a través de discursos escritos- había abierto una escuela de dirigentes que recoge de la sofística la orientación retórica y pragmática. Lo que Isócrates enseña y llama philosophía es una retórica con fundamento moral, pero no metafísico. La Academia ofrece una enseñanza con la misma finalidad, pero de base metafísico‑científica. En conexión con ella hay que pensar la publicación de República, que funciona como su manifiesto y como presentación del programa de estudios. La Academia no debe ser pensada como una escuela platónica en la que se juraba por el maestro, sino como un centro de investigación donde la discusión era muy viva. El presupuesto ‘platónico’ común y mínimo sería en todo caso la convicción filosófica de que la realidad tiene a la base una estructura inteligible, cuyo conocimiento es condición necesaria de la acción, que sin ello es ciega. La interpretación platónica de esa estructura son las Ideas, pero no hace falta compartir ni el modo en que Platón las presenta, ni la doctrina misma. Por el contrario, en sus mismos diálogos (especialmente el Parménides) queda la huella de las fuertes discusiones a que era sometida esta doctrina central.

La finalidad manifiesta de la Academia es la formación de asesores políticos. Las cartas mencionan a Erasto y Corisco, que vuelven a legislar a su ciudad, Escepcis en la Tróade (Asia Menor), y se vinculan con Hermias, tirano de la cercana Atarneo. Hermias, ‘convertido’ por ellos, representa un experimento exitoso, en pequeña escala, del gobernante filósofo. A la muerte de Platón, Aristóteles y otros académicos irán a su corte. El mismo Aristóteles es convocado para educar a Alejandro como especialista, egresado de la Academia 7. Pero el campo principal de las aventuras políticas de Platón seguirá siendo Sicilia. La isla había conocido un fenómeno de concentración del poder semejante al de las potencias metropolitanas, pero por motivos geopolíticos distintos: la necesidad de enfrentar a Cartago. Hacia fines del siglo V los cartagineses vuelven a avanzar sobre la isla, y de esta crisis surge el joven general Dionisio como tirano de Siracusa, quien incrementa su poder concentrando la población y a lo largo de 40 años logra tener a raya al enemigo.

Platón vuelve dos veces más a Sicilia, donde en 367 ha accedido al poder el hijo o sobrino de Dionisio, del mismo nombre. La primera vez llamado por Dion, que lo entusiasma con que el joven tiene inclinaciones filosóficas y puede convertirse en el gobernante con que sueña la Academia. Pero las aficiones filosóficas de Dionisio II resultan superficiales para el gusto de Platón, que siente que el joven tirano lo quiere sólo para prestigiarse. Además, Dionisio está celoso de Dion, a quien expulsa, reteniendo al filósofo. Unos cuatro años más tarde Platón, que queda envuelto en las intrigas de Dion, hace un último viaje con la promesa del tirano de salvar la situación de éste a cambio de su visita, pero Dionisio no cumple y Platón tiene que ser rescatado por sus amigos de Tarento. Platón no vuelve más a Sicilia, pero Dion, con una blanda desaprobación del viejo filósofo8, organiza desde la Academia, junto a otros compañeros, una expedición armada para derrocar a Dionisio II, y de hecho logran tomar el poder. Siguen años confusos, en los que Dion enfrenta un retorno de Dionisio y a sus propios secuaces, hasta que es él mismo asesinado por un ateniense. Todos los personajes de este drama un tanto sórdido están en conexión con Platón, quien dirige las Cartas VII y VIII a los partidarios de Dion, que han recuperado el mando, casi como una explicación. La historia siciliana seguirá su curso. Dion y Platón no lograron instaurar un gobierno filosófico, pero sí liquidar el polo de poder de los tiranos de Siracusa, tal vez poco de acuerdo con las sublimes exigencias ético-políticas del filósofo pero efectivo, y que de perdurar hubiera quizás permitido a los griegos de Sicilia y al mundo griego en general una oportunidad distinta frente al horizonte en el cual aparecería finalmente Roma.
Platón vivirá todavía hasta el 347. A su muerte, a los 81 años, está trabajando en Las Leyes, su último gran intento de reformular el problema de la Ciudad, que lo obsesionara toda su vida.

Si una exposición de la teoría política de Platón nos remite a los grandes textos en que esto es tema explícito, como República o Leyes, el problema no puede menos que abarcar, al menos como trasfondo, la totalidad de la obra. Lo político y lo metafísico atraviesan la vida misma de Platón, y su metafísica tiene raíces políticas. Y la exposición central de su teoría política en República lo obliga a dibujar, así sea en esbozo, la totalidad de su metafísica madura.

Con el genial escritor y dramaturgo que es Platón hay que atender a los personajes y a la situación dramática. Para un diálogo en que se debatirán los problemas de fondo de la política, escrito en, si no para, una ciudad que ha pasado por lo peor, podríamos imaginar un marco donde se sintiera la presencia de la diosa de la ciudad y un elenco de reposados varones dispuestos a hacer la crítica de toda la experiencia del siglo V y ansiosos por reafirmar la pátrios politeía, la (supuesta) constitución tradicional. Nos encontramos en cambio con un Sócrates que baja al Pireo para participar en un festival nuevo, dedicado a Bendis, una forma tracia de Ártemis. Allí es retenido en casa de Céfalo, rico meteco llamado a Atenas por Pericles, y la concurrencia incluye a los hermanos de Platón, Glaucón y Adimanto; a Nicerato (hijo de Nicias, respetado general ateniense que será deshecho en Siracusa), quien será condenado por los 30; a los hijos de Céfalo, Polemarco y Lisias, luego célebre orador, y al sofista Trasímaco de Calcedonia. Los personajes mezclan, pues, jóvenes aristócratas con ricos metecos y los que podríamos llamar representantes de la nueva cultura, y encarnan más de una alusión a acontecimientos que, en la fecha dramática, están en el futuro. El escenario por detrás, el Pireo, ámbito de la democracia orientada al mar, opuesto al agro aristocrático y conservador, lugar de las glorias del imperio y de su desastre (la expedición a Sicilia organizada por Alcibíades) y de la resistencia armada a la tiranía oligárquica de los Treinta, está, sobre todo, cargado de sentido. El Pireo representa, en el drama político ateniense, todo lo que pudo verse como apertura e impulso o bien como elemento de disolución. Y al transfondo marinero, plebeyo y democrático, se agrega aún el elemento semibárbaro: el diálogo no está puesto bajo la advocación de Atenea sino de Ártemis, en una forma bárbara al parecer recién introducida. Ártemis misma es diosa de las fronteras, de los espacios de transición entre la ciudad y el bosque. Como si se mirara a la Ciudad desde sus bordes, en donde pasa a disolverse en lo otro. Sócrates baja al Pireo y se mezcla con la multitud portuaria de pireenses y forasteros en fiesta: los bordes, míticos y políticos, no son ignorados. Al contrario, son el dato y el punto de partida9
Con el genial escritor y dramaturgo que es Platón hay que atender a los personajes y a la situación dramática. Para un diálogo en que se debatirán los problemas de fondo de la política, escrito en, si no para, una ciudad que ha pasado por lo peor, podríamos imaginar un marco donde se sintiera la presencia de la diosa de la ciudad y un elenco de reposados varones dispuestos a hacer la crítica de toda la experiencia del siglo V y ansiosos por reafirmar la pátrios politeía, la (supuesta) constitución tradicional. Nos encontramos en cambio con un Sócrates que baja al Pireo para participar en un festival nuevo, dedicado a Bendis, una forma tracia de Ártemis. Allí es retenido en casa de Céfalo, rico meteco llamado a Atenas por Pericles, y la concurrencia incluye a los hermanos de Platón, Glaucón y Adimanto; a Nicerato (hijo de Nicias, respetado general ateniense que será deshecho en Siracusa), quien será condenado por los 30; a los hijos de Céfalo, Polemarco y Lisias, luego célebre orador, y al sofista Trasímaco de Calcedonia. Los personajes mezclan, pues, jóvenes aristócratas con ricos metecos y los que podríamos llamar representantes de la nueva cultura, y encarnan más de una alusión a acontecimientos que, en la fecha dramática, están en el futuro. El escenario por detrás, el Pireo, ámbito de la democracia orientada al mar, opuesto al agro aristocrático y conservador, lugar de las glorias del imperio y de su desastre (la expedición a Sicilia organizada por Alcibíades) y de la resistencia armada a la tiranía oligárquica de los Treinta, está, sobre todo, cargado de sentido. El Pireo representa, en el drama político ateniense, todo lo que pudo verse como apertura e impulso o bien como elemento de disolución. Y al transfondo marinero, plebeyo y democrático, se agrega aún el elemento semibárbaro: el diálogo no está puesto bajo la advocación de Atenea sino de Ártemis, en una forma bárbara al parecer recién introducida. Ártemis misma es diosa de las fronteras, de los espacios de transición entre la ciudad y el bosque. Como si se mirara a la Ciudad desde sus bordes, en donde pasa a disolverse en lo otro. Sócrates baja al Pireo y se mezcla con la multitud portuaria de pireenses y forasteros en fiesta: los bordes, míticos y políticos, no son ignorados. Al contrario, son el dato y el punto de partida9